martes, 25 de diciembre de 2012




En esta instantánea de Cadena Ser asistimos a una escena 
extrarodinariamente similar a esta otra: 


Ciertamente sobran las palabras. Podemos resumir así esta acción comparativa: cada cual representa su papel... y ocupa el lugar que le corresponde en función de sus propias creencias y autopercepciones.

Puedo dar mi palabra de que no escribo estas líneas para hablar de mi libro Hablar sin palabras, pero lo cierto es que ambas escenas reflejan la tesis nuclear de mi trabajo: las relaciones entre los seres humanos pivotan de forma de inestable equilibrio entre la dominación y la sumisión. Ni siquiera estos grandes actores de la vida pública pueden evitar la proyección de la imagen de la auténtica realidad que albergan en su interior... y ello, más que posiblemente, porque la desconocen. Dicho de otra forma: su nivel de autopercepción es mínimo, desconocen sus propios valores personales (o la medida de los mismos) y son incapaces de evaluar consciente y estratégicamente a sus antagonistas.

Las miradas desviadas y sumisas y los encorvamientos de espalda de Mas y de Zapatero, hablan por sí mismos. Si Artur Mas hubiese consultado el análisis morfopsicológico de Oriol Junqueras habría comprendido anticipadamente el que le hubiese convenido adoptar una estrategia entre el medio y el largo plazo para el desarrollo de su apuesta política.

El serñor Mas sigue sin darse cuenta de que se encuentra bajo control:


¿Y cada uno de nosotros? ¿Somos conscientes en nuestras vidas diarias de qué imagen proyectamos ante los demás bajo determinadas circunstancias de tribulación, descontrol, estrés o desconcierto? Podéis poner la mano en el fuego apostando porque los demás sí se dan cuenta.


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