domingo, 28 de octubre de 2012

Manual Urgente de Seducción para principiantes en tres lecciones. Tercera lección.


Lección 3.
La Ley del Envoltorio Bonito.

Tercera y última de las Leyes de la seducción. Deberán repasarse la primera de ellas (Ley de Diana Cazadora) y la segunda (Ley de la Audacia) a fin de que sirva de provecho esta concluyente Tercera Ley, cuyo conocimiento, tal como se advirtió en una entrega anterior, debe mantenerse fuera del alcance de los niños así como de los políticos profesionales.





 Agustina Otero Iglesias, más conocida como La Bella Otero, fue uno de los más deseados símbolos sexy de la Belle Époque. Los caballeros pagaban fortunas a estas deminondaines sólo por tener el derecho de invitarlas a cenar en un restaurante de lujo (demimondaine viene a significar algo así como “chica alegre”, aunque en todos los idiomas hay otras expresiones menos refinadas para referirse al mismo concepto).
La Bella Otero tenía una rival llamada Liane de Pougy, no menos evidente y promiscua. Su osadía era tal que incluso tenía una novia llamada Emilienne D'AlenÇon, otra cortesana. La relación entre Liane y Emilienne  transtornaba a los caballeros, aunque acaso el asunto consistiese en una estrategia de marketing destinada a aumentar el precio que el mercado estaba dispuesto a pagar por la compañía de ambas. Personal branding, sin duda.

El caso es que La Bella Otero y
Liane de Pougy, se detestaban la una a la otra, sentimiento que las condujo a batirse en duelo.Una confrontación entre dos mujeres tan irresistibles exigía la utilización de las armas apropiadas, es decir, sus joyas. El enfrentamiento tuvo lugar en el Casino de París. La Otero se presentó cubierta de pies a cabeza por gemas de inestimable valor. Estaba deslumbrante, altiva, segura de su victoria. La Pougy no lució ese día ni una sola joya… pero hizo que las llevase su criada, la cual caminó detrás de ella en todo momento cargada de gemas y oros prácticamente desde la cabeza hasta los pies. La Pougy ganó por goleada debido a que aplicó concienzudamente la Ley del Envoltorio Bonito, la cual, expuesta en sus tres principios, reza como sigue:

Primer principio: Quien desee seducir debe crear una atmósfera propia de contradicción: el envoltorio de un regalo debe ser tanto o más cautivador que su contenido. Cuanto más sórdido sea el propósito del seductor, más pureza deberá aparentar. Eso permite que quien asiste a la representación de la farsa se tenga a sí mismo por más noble y  libre de pecado. Como escribió Virginia Woolf en Una habitación propia: "Las mujeres han servido de espejos que poseían el poder mágico y delicioso de reflejar la figura de un hombre al doble de tamaño de su natural".

Segundo principio: Las víctimas atribuyen un poder sobrenatural a quien las conquista y por eso se hincan de rodillas cuando no caen de bruces directamente. Todo elixir debe presentarse oculto bajo una forma magnífica, aparatosa e incontenible, pero el auténtico seductor apenas le concederá importancia al obsequio, a fin de dejar claro a la víctima que ésta pertenece a una clase inferior que se puede contentar con poca cosa; por eso Moliére hace decir a su Don Juan: "Puedo amaros más  a vos en un cuarto de hora de lo que amaría a otra en seis meses".
 
Tercer principio: La víctima, al abrir el regalo, se desnuda a sí misma con su ansiedad por conocer lo que se oculta bajo el envoltorio. El mismo hecho de abrirlo pone de manifiesto su vulnerabilidad, que ofrece a quien lo conquista como reconocimiento del dominio al que se somete. No pudo haberlo expresado mejor Alcibíades cuando en El banquete, Platón le hace decir: "Sócrates [...] está en éxtasis por los jóvenes [pero] dudo de que alguien haya visto nunca los tesoros que se revelan cuando se pone serio y expone lo que guarda en el interior".
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