lunes, 14 de enero de 2013

El mundo 2.0 y la vida exagerada de Christine Keller

"2.0 quiere hacernos creer que formamos parte del mundo, que influimos. No es cierto. La Vida Real sigue estando ahí".

En la foto, Christine Keeler. Fue la chica que, sin proponérselo, derrumbó al Gobierno conservador británico en 1963 al verse seducida y manipulada por el agente del KGB, Yevgeni Ivanov, agregado militar en la embajada de la Unión Soviética de Londres. Christine había escapado de casa a los quince años… suponiendo que pudiese llamarse “casa” a los dos vagones de ferrocarril soldados entre sí donde había crecido.

La pregunta clave es ésta: ¿puedes liderar tu propia vida bajo cualquier circunstancia, pase lo que pase? ¿Puedes realmente interactuar con los demás sin poner en contacto tu piel con la de la otra persona, sin mirarla directamente a los ojos? ¿Puedes realmente vivir la aventura de vivir, desde las gradas? Mucho me temo que el verdadero juego sigue estando en la cancha.

La imaginación de Ian Fleming, coetáneo de Christine, experto en espionaje y autor de la saga de James Bond, no se aproximó ni de lejos a la experiencia realmente vivida por Christine a lo largo de su vida, con la que he confeccionado un rápido mapa para que puedas ver la secuencia desde los 15 a los 70 años:


(Haz clic para ampliar)


Se dice que “una cosa lleva a la otra”. Cuando Christine Keeler conoció al ministro Profumo yo tenía diez años, hace exactamente medio siglo. Mi madre, mis tías y mis primas no hablaban de otra cosa. Recuerdo en particular un detalle que habían comentado en cierta ocasión, y era que, según se había descubierto (o inventado) en aquellos momentos, Christine hacía todo lo que el espía ruso le pedía porque aquel hombre era extraordinariamente velloso, atributo viril al que la infeliz muchacha era absolutamente incapaz de resistirse (hay una velada e inteligente alusión a este efecto afrodisíaco en la comedia Un pez llamado Wanda, cuando Jamie Lee Curtis se excita sexualmente al escuchar hablar en ruso al refinado John Cleese).


¿Habría acudido Christine a la mansión de Lord Astor de no haber estado conviviendo con el conseguidor  Ward? ¿Habría quedado embarazada del sargento estadounidense a los diecisiete años de no haber crecido en el interior de dos vagones de ferrocarril soldados? Y lo más importante: ¿habría caído el gabinete conservador de Harold McMillan si el espía ruso no hubiese tenido un cuerpo con el aspecto del Yeti?


Cuando pensemos en nuestras carreras profesionales, en el resultado de nuestras emociones, en la planificación de nuestro futuro, hagamos un mapa mental como el que más arriba hemos hecho para Christine Keeler y tan sólo hagámonos estas dos preguntas: ¿dónde estoy ahora? y ¿es aqui donde quiero estar?



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